El miedo es innato al ser humano por varios motivos, nos pone en alerta, nos protege de riesgos innecesarios y nos marca, a mi modo de ver, experiencias de vida que son las que más debemos incidir, porque necesitamos reforzarlas o aprenderlas.
El miedo, como el resto de emociones, no hay que rechazarlo y menos aún reprimirlo, porque lejos de mitigarse, crece, casi diría yo, de forma exponencial y vuelve a nosotros, como si fuera un bumerán a punto de explotar.
Ahora bien, en su extremo más negativo, sin lugar a dudas, no puede elegir el espacio y tiempo de nuestra existencia. No!
Pautas importantes para poder trabajar con el miedo y no caer en la peligrosidad de lo anterior para no ocultarlo voluntariamente: el autoconocimiento y el desapego. Y por supuesto, este último no forzado, sino producto la nuestra auto-investigación seria y honesta, sobre lo que realmente somos y no somos. De lo cual, me brotan tres reglas aprendidas, como flechas que vuelan libremente por el cielo y chocan en el centro de la diana de mi existencia en milésimas de segundos...
Éstas son:
1) Escuchar a mi corazón con frecuencia para intentar realizar sus sueños.
2) Hacer lo que haga, en cualquier momento, de la mejor manera posible.
3) Y luchar por lo que amo.
Todo ello, en presente consciente y con empatía espontánea!
MAF