El éxito en la vida o ser un buen líder no está determinado por la “inteligencia” de una persona y tampoco su capacidad de dirigir a otras personas. Se puede ser muy “inteligente” y no haber podido conseguir un buen trabajo o alguno que te gratifique o liderarlo con beneficios objetivos.
No obstante, antes de llegar a este tipo de afirmaciones rápidamente, hay que definir previamente que es ser “inteligente”. Porque hasta hace muy poco nuestra época moderna de occidente se concebía exclusivamente como razón instrumental, es decir, la lógica matemática. Afortunadamente, hoy en día, tenemos presente que la inteligencia se expande en múltiples aéreas y no ser un hacha haciendo rápidos cálculos aritméticos no implica necesariamente ser tonto. La “inteligencia emocional”, a mi entender, se adapta mucho mejor a esta visión que vamos a analizar sobre Liderazgo-Inteligencia-Emociones.
(1) "Inteligencia"
Podemos distinguir dos tipos de perfiles distintos de personas. El primero, el una persona que refleja esa inteligencia instrumental: calculador, con un intento de organización extrema, sin permitirse errores. Y la segunda, a mi juicio, es el perfil de una persona con inteligencia emocional: empática, flexible, con capacidad de síntesis y desapegada de las emociones para poder decidir con soltura y eficacia.
Mi experiencia me lleva a decir que nada es blanco o negro puro y que hay gran variedad de grados y además en diferentes momentos. Es decir, que entre estos tipos de inteligencia hay matices, caminos intermedios y variadas ramificaciones…
2) El líder se forma a través del ensayo y el error
No se nace con todo aprendido, aunque es cierto que algunas personas traen talentos importantes ya innatos, pero sabemos que no es lo común. Lo esencial es aprender la lección que lleva incorporada cada experiencia vivida y de este modo, poder pasar de esa forma más primitiva de control exagerado, persona rígida y con enfados frecuentes dirigiendo a equipos, a esa otra a esta otra más destilada hacia un liderazgo más comprometido, más sensible a las necesidades del equipo para dar pie a aquellos que lo constituyen desarrollen sus propias habilidades para el beneficio de todos.
(3) Las emociones coexisten en nosotros
Éstas coexisten con nosotros, porque han servido para nuestra supervivencia desde tiempo inmemorable, de ahí que además tener una connotación más negativa que puede parecer a simpe vista, también sean positivas en otras. Por ejemplo, la felicidad. El anhelarla nos lleva a tener más objetivos en la vida, en movernos hacia ellos. Y a un tiempo, a encerramos en su búsqueda sin ver más allá de nuestra limitada existencia. Otro ejemplo, el miedo, sin él ser precavido no existiría y el sentido de alerta tampoco. Nos ayuda. Si. Pero no puede ser el que lleve el timón de nuestras vidas. No.
El hecho es que los deseos placenteros, envidias, recelos, enfados... conviven con nosotros. Si.
(4) Conclusión.
¿Qué sucede? En mi modesta opinión, que en nuestra evolución estamos constatando que las emociones más que darnos en este momento utilidad en cuanto a nuestra supervivencia, como lo hizo en su origen, nos coartan y atan.
¿Cómo se trabaja para superarlo? Analizando conscientemente cada experiencia que vivimos, no solo mirando al exterior, sino además y con mayor atención, hacia dentro. Es decir, una indagación interna paciente y diligente para conocer cuáles son los mecanismos, ya nos solo de nuestras emociones, sino también de nuestros pensamientos, y progresivamente desapegamos de ello. Considero que esta inmersión que desata un distanciamiento, es el propio acto de ver la vulnerabilidad, la fugacidad de todos y cada uno de ellos, y dejarlos ir como vinieron. Ni mucho menos como un modo de indiferencia, sino un estado de más libertad para actuar más certeros e incluso con un mayor aprovechamiento para todos, no exclusivamente personal. Porque si llegamos a conseguirlo, aflora desde el interior y como fruto de experiencias bien aprendidas y practicadas en el mundo, cierta sincronicidad, generosidad, optimismo… todo ello natural, no obligado. como la manera de actualizarse y configurase como líder, en sentido genuino, y por extensión, quizás, colaborador o guía de quienes lo rodean.
MAF