Hemos establecido que para transitar en nuestro camino hacia una vida con un objetivo más espiritual debe hacerse desde el conocimiento unido a la acción y en relación con los demás. Porque la parte intelectual desligada a esas acciones no ayuda, es más, impide tanto desarrollar nuestro trabajo con nosotros mismos, como ir conquistando nuestras batallas Kármicas.
Antes de salir a combatir nuestras variadas contiendas debemos preparar aquello que podamos necesitar para ese viaje, que dicho sea de paso, es el más substancial que vamos emprender en nuestra vida. Para él, no debemos cargarnos de cosas innecesarias, aunque indiscutiblemente no podemos olvidarnos de las esenciales. Una de ellas es nuestra “facultad de conocer”.
Es importante precisar la diferencia de la "facultad de conocer" con respecto a la “facultad de pensar”. Con esta última nacemos, tenemos unas cualidades innatas, otras que también desarrollamos y algunas posibles carencias. No obstante, en el momento que esta facultad de pensar se educa, análogamente al dibujo que vamos a esbozar a continuación, ampliaremos la percepción de nuestra mente en general y simultáneamente la “re-crearemos” con la facultad propiamente de conocer, que además, como también vamos a profundizar después, se relaciona directamente con un estado de conciencia esencial y espiritual.
Imaginamos que las personas se deberían educar de la misma forma a como se siembra y se cultiva una semilla de un árbol. En un apropiado entorno, con unos nutrientes adecuados y especialmente, con un continuo y amable cuidado, en función de lo que ese futuro árbol va necesitando según las potencialidades o rasgos más distinguidos que van a ir aflorando. Así, se encauza favorablemente el agua que lo riegue en este sentido más específico que demanda; guiado con una activación de su desarrollo, para no derivar erróneamente por otros caudales que no lo motiven, que no sean propicios para sus aptitudes…En tal caso, puede llevarlo a un crecimiento más débil, a secarse algunas de sus partes o incluso morir.
Esto es una base esencial para que en un futuro próximo, con sus tiempos acompasados, crezca frondoso, sano y fuerte. De este modo, cuando madure con la cálida y bella Primavera sentirá la libertad de crecer como un árbol con una base-raíz nacida del amor y la sabiduría vertida debidamente por sus acompañantes, con el aroma y sabor de sus propias vivencias. Florecerán hermosas y bellas flores. Luego brotarán jugosos frutos, que más tarde caerán a la tierra. Puede que también los pájaros o algún gracioso insecto o el mismo viento, trasporten sus semillas a nuevos lugares, para que nuevamente germinen de la tierra madre otros magníficos árboles como él.
Todos ellos formarán un Bosque espléndido. Hemos escogido el adjetivo "espléndido" para acentuar más que su tamaño, la calidad de sus árboles. Sus ocupantes se sentirán queridos y seguros. Los más jóvenes aprenderán de aquellos otros árboles con más estaciones pasadas. Éstos, a su vez, habrán encontrado cuál era su mayor inspiración y que en su día también se les encauzo para desarrollar su vocación natural. La cual, en el transcurso del tiempo la investigaron y vivieron en variadas formas como la de extender sus ramas más verdes, bailar a la luz del sol para poder absorber con más intensidad su energía, adentrarse en la tierra para formar troncos más fuertes, saber mover su contorno para ofrecer más sombra a los más pequeños, brotar frutos con más agua, encontrar el modo más conveniente para resguardarse del frio... y de este modo, poder legar ese conocimiento adquirido entrelazado con sus experiencias y filtrado con afabilidad a esa futura arboleda que asoma.
En suma, es un vivir en creativa e inteligente armonía y simultáneamente curtidos por circunstancias adversas como climáticas o ambientales que hayan tenido que solventar. Siempre ayudándose y mejorando en los diferentes ámbitos de sus existencias cuando lo han necesitado. En este Bosque habrá un claro, donde el saber más profundo de árboles maestros será trasmutado a aquellos árboles que posean las ramas más abiertas, sensitivas y dirigidas hacia la cima de altas montañas. Porque hay que atender especialmente que esa semilla, vista en plural, que llega, que germina, que vuela y vuelve a renacer para volver a crecer y así sucesivamente, simbólicamente, es la semilla espiritual imperecedera y divina de cada ser humano contenemos en nuestro corazón1.
De esta forma es como entendemos que debería convivir y educarse el ser humano2. Así, cuando nos hemos convertido en algunos de esos árboles de ramas verdes, más vaporosas, bien abiertas como extensiones vitales, estamos listos para aprender algo más que lo que únicamente es visible y tangible, es el momento comenzar a investigar en profundidad, en otras palabras: - “conócete a ti mismo”. Para esto, Sri Ram nos enseña que lo primero que tenemos que hacer es indagar el concepto “Yo”. El cual se identifica instintivamente sin una previa reflexión, dicho brevemente, con el cuerpo para la mayoría nosotros. Y en concreto, es la doctrina, como ya hemos analizado en otros de nuestros escritos de este blog, que establecen los materialistas. Sin embargo, ¿Yo soy el cuerpo, con un nombre, unas cualidades, unos defectos…? Lo podemos experimentar y responder por nosotros simplemente observándonos. Tranquilos, serenos, solos con nosotros mismos, con los ojos cerrados, las veces que se precisen, sin prisa, con dulzura. Podemos constatar que lo que pensamos que somos en algún momento, varía y además que lo que percibimos posee diferentes grados de intensidad, por lo que en el transcurso del tiempo no es siempre lo mismo. Ejemplo: la textura de nuestra piel, el color o longitud nuestro pelo, nuestra altura, nuestro peso... Y por extensión, en tanto que se expresan desde nuestro físico, nuestras emociones, nuestros pensamientos, sentimientos… incluso nuestro carácter. Aunque hay rasgos más generales que tienen más presencia, más a menudo de lo que nos parece, se alternan en el modo de brotar de nosotros. Ejemplo: siendo más generoso, menos; más irritable, menos; más obsesivo, menos, más sociable, menos…y entre ese más y ese menos fluctúan todos ellos en tiempo, forma y fuerza. Tenemos tal abanico de intensidades de aspectos tan variables que difícilmente podemos estar seguros que al identificarnos con ellas tengamos la certeza de ser nosotros mismos realmente.
Ahora bien, en ese rio interminable de cambios en nosotros hay algo que está instalado en el presente más inmediato. Ese algo es también un “Yo soy”, porque está en nosotros, es como un “espectador silencioso”. Observa todo lo que acontece en el tiempo. El cual, curiosamente no cambia, siempre está ahí en el ahora. Y si no cambia, es porque no se reconoce a sí mismo con nada de aquello que percibimos. Ya que si lo hiciera sería también algo observado, por tanto cambiante y no tendría esa calidad natural de algo fijo o permanente3.
Con esta disertación, entendemos que esta es la primera flecha que podemos lanzar para desgranar nuestra máxima “Debemos purificar y refinar nuestra facultad de conocer” para investigarnos en el “conócete a ti mismo”. A partir de aquí, podemos derivar que si tenemos en nosotros algo fijo que siempre está, lo cual significa, según lo estamos deshilvanado, que no nace ni muere. Si no nace ni muere, es razonable entender que es eterno. Y si es eterno, no está limitado por el tiempo, con lo que se puede concebir como infinito. Un “Yo soy” como “espectador silencioso” eterno e infinito.
Desde esta perspectiva, pensar que somos simplemente ese yo que se identifica con un cuerpo, hay que reconocer que empobrece cualquier visión que lo afirme, como por ejemplo la materialista, suena mucho más lejano y se percibe honestamente como algo más irreal por su innata naturaleza transitoria, limitada y finita. En este sentido, esa concepción del “yo” es una ilusión4. Sri Ram lo llama “Yoismo”5, en sánscrito se llama Ahamkara, y recalca que es nuestra verdadera prisión foco sin remedio de nuestro dolor más profundo y amarga desdicha, por creer que somos esa pequeña y densa existencia llena de deseos, miedos e incertidumbres, que nos oprimen sin remisión.
Nuestra segunda flecha para seguir desmenuzando esta máxima de Sri Ram, es tomar la vida de una forma “filosóficamente serena”6. Esta flecha nos permite avanzar hacia ese ir alejándonos de aquello que nos encarcela, ese Yoismo. Y es totalmente cierto. Ejemplo práctico: Alguien nos dice algo que por el motivo que sea nos duele mucho. ¿Qué hacemos? Nos sentimos muy mal y empezamos a enredarnos entorno a ese comentario con varios pensamientos y emociones negativas, posiblemente añadiendo recuerdos de otras circunstancias parecidas, quizás con esa misma persona u otras. Incluso vamos a un conocido “amigo” porque necesitamos contárselo. Y en muchas ocasiones, lo único que hace es reforzar esas sensaciones nefastas agradando aparentemente a nuestros oídos reafirmando nuestras emociones negativas. Podemos preguntarnos: ¿Esto para qué sirve? ¿Nos beneficia en algún sentido? Pues bien, ¡en absoluto! ¡Reforzamos el dolor! y aun así, lo hacemos una y otra vez.
La estrategia práctica que proponemos con nuestra segunda flecha es no darle tanto valor, verlo de una forma filosóficamente serena, como apunta con ese hito Sri Ram. Más a la ligera, como lo que es realmente ese suceso tras la compresión interna de esta reflexión, algo sin importancia y pasajero. Porque aquello, por muy desagradable que sea, además de ser temporal, es solo un añadido accidental o ilusión autoimpuesta de ese yo que nos agobia.
Con esto, la máxima que nos propone Sri Ram “debemos purificar y refinar nuestra facultad de conocer” indica que ese tipo de ilusiones establecidas como “reales” es lo primero que debemos estudiar para erradicarlas. Comenzamos a desatar algún nudo sin tanta carga artificiosa. Su compresión aparece con su práctica continuada en la acción en relación con los demás. Y cuando se aprende el contenido de ese nudo, ya no se tiene que volver a repetir, se disuelve. Avanzamos en nuestro sendero hacia lo divino.
Continuando nuestro discurso, sobre que esta facultad de conocer atendemos a que debe ser purificada y refinada, significa que para ello en primer lugar, no podemos estar afectados por esas falsas ilusiones. Debemos limpiar bien ese error. La “facultad de cognición”7, no es la "racional", es decir, no es "pensar" como hemos empezado a explicar más arriba. “Pensar” consiste en acumular datos y ordenarlos. En cambio, la facultad de conocer, una vez ensanchada adecuadamente nuestra mente, es estar en disposición de transmutar lo que aprendemos mediante nuestras percepciones del mundo físico-mental, sin ningún tipo de intermediario, libres de inercias, de ideas preconcebidas, sin mezclarlas con recuerdos de experiencias pasadas, ni con información anteriormente recogida en la mente. De ahí la purificación. La facultad de conocer es captar impresiones totalmente frescas de los fenómenos que acontecen, para que espontáneamente trasmuten a un ámbito espiritual.
Esto es, un “Yo soy” como estado de conciencia, como anticipábamos, según el cual las cosas se aprehendan del modo sugerido. En definitiva, este recorrido lleva a la liberación del hombre. Sri Ram dice “solo cuando el sentido de YO-ISMO desaparece, USTED es lo único que queda”8. Aquí, introducimos con esta frase maravillosa de Sri Ram cual rayo electrizante con la siguiente imagen simbólica para profundizar en su comprensión: - Debemos “desencarcelar a nuestra conciencia de su castillo de la ilusión [hechizada] por nuestra interacción entre nuestros sentidos y los recuerdos de experiencia pasadas”9. Si conseguimos salir de la prisión del Yoismo con nuestro foco de atención establecido en el Yo soy como espectador silencioso que realmente somos, la falsa ilusión descrita desaparece por completo. La Conciencia ahora limpia y pura se libra de esas cadenas autoimpuestas. Esta es la divina meta o diana de nuestros corazones que retomaremos para terminar de desplegarla al final de esta disertación.
Ahora se levanta la tercera y última flecha de esta máxima sobre que “la facultad de conocer debe ser purificada y refinada”, que además tiene un doble filo. Por un lado, para ser purificada hay que recordar redirigir nuestro foco de atención centrándolo en el “Yo soy” no superficial, sino eterno e inmutable en nuestra acción cotidiana y posteriormente, intentar mantenerlo el mayor tiempo posible en nuestro día a día. Y por otro, para ser refinada, lo que este proceso de experiencias vividas nos quieran enseñar, se une a un cultivo adecuado con la cultura o arte (música, pintura, escultura, literatura…), como esbozamos más arriba con nuestra analogía del Bosque. Cultura guiada y filtrada por nuestros árboles-maestros. Esta educación, para potenciar su fuerza y ser verdadera, debe ir acompañada necesariamente de enseñanzas filosóficas como las que nos invita a conocer Sri Ram. Ambos filos de esta flecha lanzados y creciendo unidos en el firmamento, es como nos afinamos.
Los hombres sabios, nos muestra Sri Ram, viven en ese presente pleno “yo soy”. Son espectadores silenciosos, libres del ansia y el temor que puede generar el futuro o peso de situaciones pasadas y no repiten sin medida el ilusorio e inquieto Yoismo. Lo cual, no implica no poder hacer planes y vivir de forma inteligente10. Su conciencia está plenamente activa, conocen sus responsabilidades y los acontecimientos que les surge en el ahora son tomados como frescas aventuras por descubrir y realizar.
Tras esta disertación de la máxima que propone Sri Ram “debemos purificar y refinar nuestra facultad de conocer” se nos han revelado un despliegue importante de prácticas-enseñanzas para poder llegar a convertirnos el día del mañana en hombres sabios. Ahora conocemos el sendero que hay que transitar para estar más próximos a escalar uno de estos peldaños de oro, cuando consigamos soltarnos con lo que nos hemos propuesto.
A nuestro juicio, en el viaje con esta máxima también se derivan ciertas cualidades de carácter que aflorarán gradualmente y a su debido tiempo como la justicia, inteligencia y discreción, la responsabilidad y la rectitud11.
Resumiendo las flechas que nos abren los senderos de luz en la acción cotidiana para acercarnos al peldaño de oro de esta máxima son:
- La primera flecha, para conquistar el “conócete a ti mismo”, investigar la distinción entre yo soy tal o cual / “Yo soy” como espectador silencioso, para despejar las nubes del Yoismo ilusorio.
- La segunda flecha, para seguir avanzando hacia ese ir alejándonos del Yoismo que nos encarcela, es practicar asiduamente el tomarnos la vida de una forma “filosóficamente serena”, más distanciada y ligera.
- Y la tercera flecha, para depurar esta facultad de conocer, posee un doble filo, ambos deben ir de la mano para su adecuado crecimiento:
- Uno, estar focalizados en el centro de nuestro interior, que el estado de conciencia focalizado en el yo soy (no superficial sino eterno y divino) en nuestro vivir cotidiano y luego depurarlo e intentar mantenerlo el mayor tiempo posible en nuestros diferentes ámbitos de existencia.
- Y el otro filo, son las experiencias vividas y bien trabajadas aliadas con el cultivo adecuado del arte (música, pintura, escultura, literatura…) que unido íntimamente a la filosofía, desarrollamos nuestra sensibilidad y potencialidades latentes.
MAF
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[1] El interés humano, 56.
[2] A nuestro entender ese Bosque esbozado es una sociedad ideal que respira el mismo aire de familia que la Academia, escuela filosófica a la manera clásica de Platón.
[3] Esta reflexión interna y experimentada también nos la enseña la tradición vedanta advaita y en concreto, Sri Nisargadatta Maharaj, como forma para encontrar nuestro verdadero Yo y erradicar nuestra visión errónea de identificarnos exclusivamente con aquello que es perecedero. Así lo muestra en su libro “Yo soy eso”, Sirio, Málaga, 1988. En concreto, se puede encontrar un ejemplo de lo mismo en estas páginas, 23-25.
[4] La filosofía oriental ha indagado el interior del hombre “conócete a ti mismo” desde tiempos inmemorables. Pensar que somos ese yo que tiene un nombre concreto con una una identidad finita es interpretado como un gran error, que se denomina la “gran Herejía”. Se considera como una tremenda confusión fuente del dolor de la humanidad. Recomendamos la lectura de “la Voz del Silencio” de H.P. Blavatsky, donde lo expone y explica con un discurso poético-simbólico sublime desde varias perspectivas. Por el contrario, el pensamiento Occidental en su historia ha concebido ese “yo soy” estrechamente ligado a la materia y su relación con el mundo exterior como su única y verdadera realidad, puramente objetiva. No obstante, desde nuestra perspectiva ligada a las enseñanzas de los maestros que citamos en esta reflexión, si se investiga con seriedad, uno mismo y no por palabras de terceros, comprueba que la Realidad es Subjetiva.
[5] El interés humano, 119.
[6] El interés humano, 66.
[7] El interés humano, 151.
[8] El interés humano, 119.
[9] El interés humano, 103.
[10] El interés humano, 66.
[11] Son algunas de las cualidades que mencionamos en la introducción de esta reflexión y mostramos de nuevo aquí para recordar lo que significan:
- La Justicia: porque sin ella cualquier acción ya está errada.
- La Inteligencia y discreción: porque uno debe conocer los límites adecuados para sus posibles movimientos.
- La Responsabilidad: porque en cada situación se debe reconocer cuales obligaciones se deben adquirir teniendo siempre presente en el horizonte un fin superior o divino.
- La Perseverancia (constancia): porque las pruebas que se nos presentan la vida, en muchas ocasiones, se necesita desarrollar la firmeza. Estas pruebas suelen durar bastante al tener que superarse más de un obstáculo y pasar por variadas reflexiones antes de alcanzar la meta que se perseguía conquistar.
- ?La Rectitud: porque la acción expresada no hay lugar ni para la falsedad ni alguna debilidad en la persona.