Los peces limpiadores azules viven en los arrecifes de coral de los mares tropicales. Ellos limpian constantemente todo su cuerpo, boca, ojos… de micro-parásitos. Además tienen una interrelación bastante estrecha con casi cualquier especie de pez, ya que también los lavan y por ello, seguramente los otros peces aprecian su compañía y viven en armonía. Los peces azules hacen esta labor de depuración para sus compañeros y para sí mismos de forma espontánea sin otro motivo o interés. Su propia acción lejos de ser un medio, es su fin.
Pues bien, los verdaderos buddhistas1, bajo el regazo de una auténtica ética, entienden la existencia de los seres vivos de un modo parecido. Ellos limpian su entorno y a ellos mismos de micro-parásitos, mediante una guía, que algunas personas les puede resultar curioso, porque es bastante práctica y concreta. Ésta la podemos encontrar, por ejemplo, en el sublime texto del Bhagavad Gita, donde se muestran genuinas llaves espirituales para abrir la puerta de la virtud. Aquí solo pretendemos mencionar algunos de estos brillos o hitos:
- El discernimiento profundo y sincero sobre uno mismo, para desenmascarar lo que siempre permanece inmóvil en nosotros (testigo de conciencia en el presente) y su contraste con aquello que continuamente fluctúa (la personalidad).
- Una vez hallado ese punto fijo, colocar nuestro foco de atención, el mayor tiempo posible en él y observar serenamente las olas de miedos, deseos, dolores y placeres, intentando no implicarse en ese inevitable ir y venir de tales desestabilizadoras mareas.
- Y algo esencial, que por eso es tan sumamente práctica. Es la acción desinteresada en el día a día, sin esperar inquietos a los resultados apegados a lo personal. Cuidado, no es inacción. Si no que como nos muestran nuestros peces azules, es una “buena acción” sin intereses creados. Acción como fin en mismo, con los seres vivos que les rodean incluidos ellos mismos, como parte de ese todo o hábitat.
Con estas pautas y actuando, como decimos, de la forma más desinteresada posible, el Ego se purifica paulatinamente de sus propios parásitos incrustados. Esto es, se desliga de lo meramente superfluo y cambiante.
Con estas directrices se deriva una manera de vivir, tanto para los peces azules como de los buddhistas, que enriquece a toda la comunidad2. Con esto, comprobamos que estas enseñanzas son más afines al verdadero acercamiento espiritual que perseguimos esclarecer.
Por otro lado, los buddhistas creen en la reencarnación. Los castigos y las recompensas están en este mundo como efecto directo de las vidas anteriores3. Y algo que queremos destacar es que no se consideran superiores a otros seres humanos, ni piensan que su religión es la única verdadera4. Y esto es así, porque siguen el sabio precepto del Dhammapada, que creerse mejor que otra persona es equiparable a que un ciego quiera enseñar a ver a los demás5.
La doctrina de Buddha, como la de Cristo, también se ha mal interpretado, sobre todo en las escuelas exotéricas buddhistas del Sur. Sin embargo, Buddha fue el primero en difundir esta ética, esbozada más arriba, como enseñanza pública6. “No ores, más bien, obra”. Buddha enseñó sus doctrinas esotéricas7 o “Misterios del Reino de los Cielos”, como las que defienden los teósofos, a los buddhistas del Norte (escuela Mahayâna).
MAF
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[1]Los buddhistas del Norte, como se explica más adelante.
[2] Como dato real, nos explica Helena P. Blavatsky, existen estadísticas a favor de los buddhistas con una notable menor delincuencia que los cristianos, precisamente por su manera de comprender el mundo con la base de sus creencias. La práctica de la virtud en vida les moldea y son mejores seres humanos que aquellos que creen que sus pecados serán perdonados, con oraciones que tan sólo son peticiones personales.
[3] No creen, como los cristianos, en un Dios personal (en este contexto, comenta Helena P. Blavatsky, se puede llamar a los buddhistas “ateos”). Y tampoco conciben un Dios que reparta recompensas utópicas fuera de esta vida.
[4] Ambas sentencias (erigirse como única religión verdadera y creer que quienes la defienden son mejores al resto de los seres humanos), son mantenidas por las religiones que se apartan de un conocimiento espiritual crítico y bien reflexionado.
[5] La clave de la Teosofía, 56.
[6] La clave de la Teosofía, 14, 53.
[7] En el libro La clave de la Teosofía también hay una clara distinción entre lo que es propiamente la Sociedad Teosófica, con enseñanzas exotéricas a los miembros que llegan y que pueden o no llegar a ser teósofos, y las enseñanzas esotéricas, para un círculo más interno y comprometido. Tales miembros tienen una serie de obligaciones y deberes altamente altruistas y fraternales. La clave de la Teosofía, 18, 161.