En el mar habitan Dioses, como Neptuno, que aparece en esta bella obra de Rubens, con sus poderes calmando a las bravas olas. Estos dioses tienen unas facultades superiores a los demás seres vivos del mundo marino. Y a ellos les corresponde protegerlos y servirles de guía en su travesía.
Los Nirmânakâyas1 también son seres superiores a los humanos, puesto que han conseguido librar victoriosos la batalla de la vida y poder salir de esta penosa rueda de existencia y descansar eternamente. Pero lejos de hacerlo, prefieren volver a la vida para ayudar al resto de la humanidad. Los Nirmânakâyas consideran que es egoísta descansar mientras otros sufren. Ellos vuelven, pero no con un cuerpo físico, sino de forma astral. Y aunque no pueden interceder sobre el karma, eligen a unos pocos seres humanos con sensibilidades más finas para que reciban sus mensajes y estos a su vez, puedan inspirar y aconsejar al resto de los seres humanos hacia su progreso.
Helena P. Blavatsky fue una de esas elegidas. Y ella nos lo transmite alto y claro con todo su corazón y sabiduría.
MAF
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[1] La clave de la Teosofía, 108.