Esta máxima: -"Haz por los otros lo que quieres que hagan por ti"1, nos sorprendió gratamente. Intuimos empáticamente el contenido de felicidad que contiene sin previamente analizarla.
Ahora si lo hemos hecho y explicamos lo que anteriormente fue sólo un presentimiento.
Ésta guarda cierta similitud importante con esta otra regla de Confucio: -“No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”, sin embargo pensamos que hay un matiz en la primera que hace resaltar su brillo por encima de esta segunda. Simplemente, porque esta última se apoya en pensamientos negativos. El hecho de pensar en lo que no quieres que te hagan, imaginas lo que te ofende, lo te hace daño o te destruye. Por ello, la diferencia esencial al formularla como lo hace Sri Ram, su implicación directa de justo lo contrario, discernir aquello que nos hace felices, que nos da fuerza para crear, lo que nos ayuda a ser mejores, a comprender mejor las cosas… pensamientos que de por sí nos elevan, con el buen fin de poder ofrecérselo a los demás como nos gustaría que nos lo proporcionaran a nosotros.
Desgranando pues las fortalezas y fragilidades de ambas máximas observamos que tienen un mismo fin excelso, esto es, el de comprender y ayudar al prójimo. Ambas son dignas para seguir su mensaje: desarrollar el respeto y la armonía hacia los demás tras entenderlas en nosotros mismos y depurarlas en la acción.
Ahora bien, desde nuestro punto de vista la máxima de Sri Ram se evidencia como una auténtica llave de oro. Si, porque ese proceder con nobles pensamientos desde el origen y lanzarlos hacia otras personas en actos futuros, es una ráfaga de luz que proyecta hacer el bien con quien nos relacionamos. Acelera nuestros propios pasos hacia el sendero que activa nuestra parte más espiritual, porque florecen las buenas acciones en nosotros al tiempo que vibra y se expande hacia el "otro".
Con este planteamiento, nos llega una nueva flecha de luz o idea sobre esta máxima. La cuál, está contenida en esta maravillosa frase-imagen simbólica: -“El rio antes de correr sueña que corre”2. Antes de que nazca un rio, ha de soñarse. En este escenario, nuestro primera impresión es “soñar que corre el rio” ...es el sonido de nuestra mente …fluye el agua de nuestros pensamientos. No cualquier pensamiento, sino aquellos siendo justos, naturalmente ordenados, relacionados entre sí, sin interferencias discordantes, con formas creativas, con buenas intenciones, con objetivos generosos y sentimientos nobles. Ciertamente, no podemos escuchar el rio cuando psicológicamente estamos separados del mundo egoístamente o con mentalidad agresiva, dispar, enfadada, porque nos distorsionamos con ruidos desagradables. Sin embargo, con ese pensar más elevado, es decir, cuando conseguimos un “fluir” sin restricciones, nos encontramos en el cauce apropiado para que captemos ideas más universales y seamos capaces de trasladarlas, al menos en parte, a nuestro mundo de los sentidos.
Si ponemos en práctica la voluntad de desear hacer el bien4 con esta máxima desarrollamos nuestra espiritualidad, esta flecha de luz iluminando nuestras vidas:
- Se siente una coherencia interna con independencia a las circunstancias exteriores.
- Estimula hacer el bien a los otros, y se entiende que aunque lo malo que pueda existir en ellos, lo bueno en sus corazones permanece.
- E Irradia toda su luz de forma natural sin reservas, sin limitaciones, sin discriminaciones o rasas diferentes
La íntima relación con los otros hace que brote un principio divino latente en nosotros, la felicidad y la sentimos en la misma proporción y medida3 a cómo la reciben los demás. Aquí y ahora, el sueño de correr del río, se hace patente.
Por tanto, podemos afirmar que el río que soñamos, ya es. El rio ya es y corre. Está en consonancia con las Leyes ocultas de la Naturaleza. En realidad, somos la misma Naturaleza sin arbitrarias separaciones. Sus fuerzas invisibles cuando están sintonizadas con nosotros íntimamente derraman olas de Equilibrio, Libertad, Felicidad y Belleza6...
MAF
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[1] El interés humano, 12.
[2] Jorge Ángel Livraga, de su artículo "Cómo se plasman los sueños".
La capa que subyace a esta frase tan intuitiva, sugerente y profunda es que para que algo se haga presente en el mundo exterior, antes debe idearse en nuestra mente. Un sonido se hace sólido al materializarse. Un discípulo se hace Maestro si antes lo sueña. Una estrella nace en el firmamento, si antes es soñada por ella misma. La mente construye el mundo fenoménico
[3] El interés humano, 78, 115.
[4] El interés humano, 116.
[5] El interés humano, 115.
[6] El interés humano, 31.